“A las 06.00 horas forzaremos la puerta de entrada. A las 06.05 horas el equipo B provocará la explosión controlada. A las 06.10 horas tomaremos el campamento”. En toda esta secuencia cronológica, que perfectamente podría pertenecer a una de las múltiples películas de acción que inundan nuestras salas cinematográficas, destaca un elemento que, por su cotidianeidad, casi pasa desapercibido: el reloj.
Este accesorio en continua evolución ha acabado convirtiéndose en una de las herramientas más importantes de las fuerzas del orden. No obstante, el reloj militar propició que sus usuarios pudieran sincronizar sus actuaciones, algo que hasta las primeras grandes batallas del pasado siglo parecía impensable.
La historia y los orígenes de los relojes militares se remontan a los escenarios de las dos grandes guerras mundiales del siglo XX. Hasta ese momento, el único concepto de reloj existente era el reloj de bolsillo, un artículo demasiado costoso para producirlo en masa y demasiado incómodo para portarlo en el campo de batalla. Para superar estos inconvenientes, la pionera industria relojera de la época apostó por diseñar un reloj con un mecanismo mucho más sencillo, con unas piezas y componentes más económicos, y sobre todo, que fuera mucho más fácil de portar.
Así es como surgió la propuesta de convertir el reloj de bolsillo en un reloj de pulsera, todo con el objetivo de que cada soldado luciera uno en su muñeca. Aquellos primitivos relojes militares se caracterizaban por la sencillez. En este sentido, solían contar con una esfera completamente negra y unos números de gran tamaño en color blanco. De esta forma se facilitaba su lectura en cualquier situación.
Muy pronto, los soldados que participaron en aquellas guerras de la primera mitad del siglo XX se dieron cuenta de las ventajas de poder contar con un accesorio que les permitiera controlar el tiempo y coordinar sus ataques contra el frente enemigo. Así, una de las primeras unidades que se valió de estos relojes militares fue el ejército del aire. Los aviadores fueron pioneros a la hora de comprobar la eficacia de estos productos, aunque muy pronto el reloj militar desembarcó en las unidades de mar y de tierra.
Desde su aparición en las primeras décadas del siglo pasado hasta la actualidad, el reloj militar o de uso táctico ha atravesado por diversas fases en su evolución. Así, la sencillez de mecanismos que caracterizó los primeros modelos ha ido cediendo en favor de las nuevas y más sofisticadas tecnologías. De este modo, algunos de los nuevos relojes tácticos que han aparecido en los últimos años incorporan todo tipo de cronómetros y cronógrafos, sistemas de navegación o posicionamiento global (GPS), programas de cálculo balístico…todo con la única misión de facilitar el quehacer diario de los profesionales.
Precisamente, como su principal objetivo es servir de herramienta de trabajo para estos profesionales (cuerpos de elite y unidades especiales, fundamentalmente), los relojes tácticos están preparados para el combate. Por este motivo, son capaces de soportar fuertes golpes y funcionar en situaciones extremas. De hecho, para su elaboración los fabricantes utilizan materiales de alta resistencia como el acero inoxidable 316L, el titanio o la fibra de carbono, entre otros.