En la Segunda Guerra Mundial las carabinas eran armas que solían portar los oficiales y, en menor medida, los suboficiales. Mientras que en la Primera Guerra Mundial, el revólver era prácticamente el arma oficial de los mandos, esto probó ser insuficiente en la segunda. Una guerra de trincheras era el campo de batalla perfecto para un revólver, puesto que su alcance y poder de parada era demoledores en un enfrentamiento directo. Sin embargo, en una guerra a campo abierto, hacía falta un arma larga. La carabina demostró que tenía las prestaciones necesarias para los oficiales, no solo porque le daba suficiente capacidad de fuego,
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